miércoles, enero 28, 2009

Cuentos y Cosas

Como es evidente, tiene mucho tiempo que no me siento a escribir nada de nada, Los que me conocen en la realidad saben que no he tenido el tiempo ni la disposición de hacerlo. Mi vida ha estado girando mucho, a veces hasta perder el sentido.

Eventualmente encontré mucho alivio al escribir, pero necesitaba dejar pasar el tiempo para que la pasión con la que escribía se diluyera y me permitiese ver si lo escrito era en realidad algo que me gustara, o algo que me reflejara.

Escribí casi cada dos días; la pluma y el papel eran buenas maneras de dejar salir tantas cosas que no me dejaban vivir en paz en los meses anteriores a este, además me permitían tener la mirada baja y la concentración donde debía tenerla.

Estos no son de ninguna manera escritos que busquen relatar hechos reales, los personajes y las situaciones son solo historias fantásticas; simples caminos que le invente a mi cabeza para que los recorriera y no se pusiera a pensar en todas las cosas que me preocupaban.

Fueron escritos con una pluma fuente en papel japonés, por lo que fue difícil transcribirlos. A veces los sentimientos se asomaban al papel y convertían mi pobre caligrafía en un mar de rayas y puntos sin sentido aparente.

El semestre pasado termino bien y este empezó muy muy fuerte en todos los sentidos, pero cada día me convenzo de estar mejor, y de querer seguir para ver que tiene el día siguiente, al menos para darle salida la enferma ansiedad de arrancar la página del calendario exfoliador que compre a principios de enero.

Publicaré los 4 cuentos que considero reflejan mejor por lo que he pasado los últimos meses de mi vida, serán subidos uno cada 3 días en el orden en que fueron escritos, así que si les gusta lo que leen no vacilen en comentar además de regresar a ver el siguiente.

Eventualmente esta columna regresará a ser la misma de antes, espero lograr acomodarle tiempo entre Cálculo 2, Economía 3, Algebra Matricial, Derecho , Seminario de Derecho Público e Historia socio-política de México.

Así, doy paso a la primera entrega


Miseria

La miseria no el simplemente material; lo sé ahora que poseo una casa en Kensington y tomo mis alimentos con cubiertos de plata que me puedo costear gracias a mi miserable éxito.


Pepper, mi ama de llaves, me tiene planchada la levita, limpio el bastón, la chistera, y un par de guantes blancos para poder salir en la mañana a verificar el éxito de mis acciones en los telares de Manchester. Paso por Hide Park y me recargo todos los días en la misma banca donde algunas veces nos besamos con la ferviente convicción de que algún día nos volveríamos uno.


Pero era yo un miserable en aquella época. Mi traje gastado y mis zapatos raídos despertaban en cualquier persona decente repudio y miedo. Cierto es que parecía un asaltante, y aún así, llegaste a mi vida.


Camino el roundabout donde vi tu carruaje pasar por primera vez. Tu, vestida con faldas rosas y guantes de una labor exquisita. Lo sé; mi madre fue tejedora en Sheffield.


Aún por el parque existe aquel cerezo donde te ofrecí mi pañuelo tan sucio como mi persona. Te retiraste algunos centímetros para aceptarlo. Y así sigo mi camino lleno de recuerdos hacia la bolsa.


Al llegar el mozo guarda el fino abrigo de lana que llevo sobre los hombros. Mi ayudante me ofrece mi pipa Dunhill y los contadores alaban mis acertadas decisiones financieras. Soy el príncipe de la bolsa, solo a la sombra del gran Lord Keynes.


Y aún así, estoy confundido mientras manejo dinero ajeno, triste mientras gano fortunas, débil mientras las acciones de mis ferrocarriles van a la alza.


Desde mi despacho en el último piso se observa aquel café donde un día terminamos nuestra vida juntos. Ese día yo pude costear el desayuno, así como habría podido comprar el café entero si así lo hubiera querido. La ultima vez que tome tu mano entre la mía mi muñeca se veía adornada por un reloj tourbillon de oro. Y  así, estando por fin a tu nivel, decidimos dejarnos.


Me sentía embestido de un raro poder, listo para recibir la gloria del mercado y la pasión malsana que jamas pude tener en mi miseria. Nunca vi qué había en tus ojos, y ahora, el velo en tu frente jamas me permitirá verlo.


Fui obligado a asistir a tu boda, pues la sociedad y mis negocios no me perdonarían la ausencia al evento social del año y menos después de recibir de manos de Su Majestad un MBE.


Pero el lujo del traje me pesa, me pesa la perdida, me pesa lo falso de la felicidad que construí con la fuerza de los intereses y la usura.


"Si, Acepto"; Y me desmorono, pero siempre de pie, pues soy la personificación de la banca inglesa. Aplaudo por instinto, saludo a los invitados y me apresuro a felicitar al novio.


Ahora comprendo que nunca te pude mirar por dentro, y ahora ya no queda nada.


El arroz llueve sobre mis hombros, hora de regresar a Barclays, y el mozo aleja el carruaje de Westminster. De cualquier forma, mi contabilidad siempre resulta negativa. Nunca he podido cambiar amor por chelines.


Cierro la cortina de la cama y siento el frío de Londres que me penetra hasta los huesos. Se que aún soy miserable, quizás más que cuando nos conocimos cerca de downing street.


Efra Ríos